sábado, 1 de enero de 2022

Sociedad adicta

No hace muchos años ser adicto era sinónimo de estar enganchado. Y ese enganche no era otro que el de a cualquier sustancia prohibida o a cualquier cosa no muy bien vista. Años atrás eran muy pocos los etiquetados de adictos. La realidad hoy en día es muy distinta; un alto porcentaje de la sociedad es adicta y está enganchada, pero a las redes sociales.

El subidón ahora te lo da un like a una foto que acabas de subir. Te lo da cuando consigues un nuevo seguidor en uno de tus perfiles con ni siquiera conocer un ápice de esa persona. También te lo da el saber que tienes cientos de “amigos” con los que poder interactuar aunque esta relación sea virtual. Si lo primero que haces nada más abrir tus ojos en la mañana es meterte en internet, si lo último al acostarte es chequear que se cuece en tus redes, o si no puedes pasar más de una hora al día sin mirar tu móvil, párate a pensar si vas por buen camino.

Tener cuenta en Twitter, Facebook o Instagram, o un canal en Youtube puede ser en muchos casos la nueva droga del siglo XXI. Droga fácil de conseguir y ciertamente gratuita. Esta puede ser tremendamente adictiva y destructiva para personas que ven en ellas un escape a sus problemas e inseguridades. Muchos usuarios buscan en ellas ser visibles ante los demás, reafirmarse ante un grupo o intentar llenar sus carencias familiares o sociales, sin pararse a pensar las consecuencias negativas a medio y largo plazo que ese uso podría acarrearles. Es como si se buscara el escape momentáneo del mundo real o la mejora del estado de ánimo. Justo lo que hacen otras muchas drogas.

Importante señalar que el uso de las redes sociales y de cualquier otra tecnología es positivo siempre y cuando se haga con la funcionalidad principal para las que fueron creadas, y siempre que puedas tener un total control sobre ellas. Por el contrario, un uso abusivo y descontrolado puede provocarte un alejamiento de la vida real y de tus actividades cotidianas, e inducirte a altos niveles de ansiedad y falta de autoestima. Problemas de aislamiento, bajo rendimiento, cambios conductuales, sedentarismo, alteraciones de sueño e incluso depresión podrían ser otras de sus consecuencias.

Es evidente que el uso expansivo de las tecnologías, en especial el de las redes sociales, está provocando un deterioro en las relaciones humanas. Hoy en día es normal ver una pareja cenando en un restaurante cada uno interactuando con su móvil. También es normal viajar en transporte público sin comunicarse con la persona que está sentada al lado, porque cada uno está metido en su mundo. Ya pocas familias se sientan en el salón para comentar el día a día, compartir inquietudes y proyectos. Ahora cada uno está desde una habitación conectado a su realidad, y es desde ahí donde se comunica con el resto.

Hay estudios que demuestran que las redes sociales están diseñadas de manera que promueven la repetición de su uso. Cómo cualquier otra droga tiene un componente predeterminado para que te enganches. Te conocen. Saben, a través de un algoritmo, qué te gusta, qué es lo que más llama tu atención y por eso te ofrecen contenido que te hace estar más tiempo allí y querer repetir constantemente. Las investigaciones muestran que las redes sociales y su enfoque en los 'me gusta' o las notificaciones frecuentes, parecen estar asociados con la activación de áreas en el cerebro que nos hacen no solo disfrutar de estas interacciones, sino biológicamente desear más de ellas. Estas son las mismas regiones del cerebro asociadas con la adicción a sustancias ilegales.

Como “producto adictivo”, el uso de las redes sociales debería regularse por los organismos competentes. No se trata de eliminar o quitar de tu vida una red social, sino hacer un buen uso de ellas.

viernes, 13 de agosto de 2021

Sociedad mentalmente enferma

Sin llegar a competir, Simone Biles pasará a la historia de estos juegos olímpicos por alzarse con todas las medallas de oro, plata y bronce. Medallas merecidas por tener el valor de decirle al mundo que está enferma. Tiene problemas de salud mental.

Nada hacía presagiar que una de las mejores gimnastas de todos los tiempos decidiera retirarse en plena competición porque su ansiedad y presión le impedían continuar. Y es que la procesión va por dentro. Biles ha dado una lección; una retirada a tiempo es una victoria, es mejor parar antes de que la rueda reviente. Ha sido admirable su decisión de poner su salud mental por delante de cualquier éxito.

Lo ocurrido a Simone Biles es un reflejo de lo que está sufriendo el mundo. El mundo está enfermando mentalmente, y es ciertamente preocupante. Anterior a la covid-19 ya existían claros síntomas de que la sociedad no andaba bien. No se estaba tratando, y ahora la crisis económica y social provocada por el coronavirus no hará más que agravar el problema.

Vivimos una época donde las palabras estrés, ansiedad, miedo o frustración, están en nuestro vocabulario del día a día. También están en el día a día de muchas personas antidepresivos y otros medicamentos, los cuales forman ya parte fundamental de sus dietas. Todo esto se agudiza con los tabúes y etiquetas que existen alrededor de estos temas de salud mental.

Exigencia propia, altas expectativas sociales, miedo al fracaso, búsqueda de la perfección, constante deseo de mejora, éxito profesional, incertidumbre ante el futuro, son algunos de los principales detonantes de los problemas de salud mental. Siendo un problema global, es inaceptable el silencio que lo rodea, su estigmatización y las dificultades para visualizarlo y ponerle remedio.

Hay que tratar la mente como se trata el resto del cuerpo. Al igual que vas al dentista si te duele una muela, hay que pedir cita con el psicólogo o psiquiatra si el dolor está en la mente. Sin miedo al qué dirán, y pensando que no eres débil al reconocer el problema y pedir ayuda. Y cómo cualquier otro músculo del cuerpo, el cerebro y la mente hay que entrenarlo para evitar fracturas y estar más sanos. Estoy convencido que en un futuro no muy lejano habrá gimnasios para entrenar la mente. Gimnasios donde aprender a manejarla, y donde la gestión de las emociones estará en la tabla de entrenamiento en lugar de las pesas.

Los gobiernos deberían tener entre sus prioridades la salud mental: incluir en el sistema educativo carga lectiva para aprender sobre la mente y su gestión, ofrecer en el sistema sanitario un amplio servicio para paliar el sufrimiento mental, y sobre todo crear una atmósfera social donde se hable sin tabúes sobre este gran mal. De no hacerlo se estará favoreciendo que la sociedad enferme.

¿Por qué ocultamos una depresión y hacemos público cualquier otra enfermedad? Hay millones de personas que sufren lesiones mentales, millones. Quizás sea ya la enfermedad que causa más muertes. Aceptemos que todos podemos sufrirla y decirlo con total naturalidad caso de que te toque. Tranquil@, no estás loc@.

domingo, 13 de junio de 2021

Pandemia Machista

Ahora cuando la pandemia de la covid-19 parece remitir, una nueva ola de violencia machista circula por la geografía española. Nueva ola porque en España llevamos con esta pandemia décadas.

Rabia, dolor, indignación, hartazgo son algunos de los sentimientos que está viviendo la sociedad española ante esta lacra, la cual no somos capaces de controlar y erradicar, y que está marcando en cierto modo el porvenir de nuestro país. Aunque el asesinato sea la punta más visible del iceberg, debajo esconde conductas denigrantes y violencias de todo tipo sobre las mujeres.

Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, la prensa abre titulares con nuevos casos de violencia de género, a los cuales nos estamos acostumbrando como parte de nuestras vidas, sin pararnos a pensar que esta pandemia nos infravalora como sociedad y sin buscar una vacuna inminente que aniquile de una vez por todas este maldito virus.

Esta inaceptable situación exige una reflexión colectiva acerca de la cultura patriarcal de nuestra sociedad, y del dominio y control que algunos hombres ejercen y que deriva en muchos casos en violencia y asesinatos. Reflexión que igualmente hay que extender sobre la desprotección que sufren las mujeres valientes que denuncian, y sobre la incapacidad de la sociedad para prevenir y alertar ante situaciones de maltrato. Es responsabilidad de todos, y no sólo de la mujer maltratada, denunciar indicios maltratadores.

Según números estudios publicados, al igual que la covid-19, el virus machista parece atacar en mayor porcentaje a las clases sociales más humildes, y parece lógico. Lógico principalmente por dos motivos: en primer lugar, porque generalmente estas clases tienen menos oportunidades de educación y, en segundo lugar, porque la falta de recursos económicos hace que exista una dependencia mayor de la mujer hacia el hombre en estos estamentos de la sociedad. Estos motivos verdaderamente no son opiniones, sino realidades que viven la mayor parte de las mujeres que sufren cualquier tipo de violencia.

Es vergonzante observar como dirigentes políticos de nuestro país intentan hacer voto y campaña sobre este asunto, llegando incluso hasta negar la violencia de género ante cifras tan escalofriantes. Es responsabilidad de todos los partidos políticos condenar sin estridencias esta violencia, y poner en primera línea de sus agendas una solución efectiva. A pesar de que los partidos más a la izquierda son autoproclamados feministas y de que España cuenta con una de las leyes contra la violencia de género más avanzadas del mundo, es evidente que algo falla.

Aunque en ocasiones sea el hombre el maltratado, igualmente inaceptable, o existan falsas mujeres maltratadas que se aprovechan de la situación, no hay que desviar el foco en luchar contra esta pandemia machista que está arraigada hasta la médula cultural de este país que es España. Cultura patriarcal donde el hombre sería el amo del cortijo, el cual espera que la mujer se quede en casa con el delantal puesto y a sus órdenes.

El siglo XXI ha de ser el siglo de las mujeres. También el siglo en el que se consiga la plena igualdad entre géneros, y el siglo en el que se e radicalice cualquier tipo de violencia contra las mujeres por el hecho de ser mujer. Todo esto sólo se consigue con una cosa; con educación.

martes, 8 de diciembre de 2020

Media vida sin verte

Querida abuela,

Llevaba varias semanas pensando en escribirte para decirte que estos días se cumplen media vida mía sin verte. No veas lo que te recuerdo.

Te fuiste sin avisarme cuando yo tenía 18 años, y no imaginas las cosas tan hermosas que han ocurrido en estos otros 18 años. Tengo que contarte tantas cosas que no sé ni por dónde empezar. No sé si empezar por decirte que todos tus hijos y nietos estamos bien, o por decirte que no hay una semana del año en el que en algún momento no se me venga alguno de tus recuerdos.

Cierro los ojos y veo tu figura, riguroso luto, mandil al talle cuando nos hacías refrito, y pañuelo blanco guardado en una de tus mangas. Sigo con los ojos cerrados y te veo sentada en el sillón orejero rodeada de mis tíos y primos, todos comiendo los churros y las chuches que poníamos en el centro de la camilla. Ahí aprendí el valor de la familia y el de compartir. Gracias por tanta enseñanza. No quiero abrir los ojos para recordar cuando me llamabas “Joselito el Gallo” y me decías que te regase las macetas porque te dolían las piernas, o cuando me pedías que cambiara la tv a la 2 porque iba a empezar los toros. Creo que de ahí viene mi pasión.

Nunca olvidaré lo feliz que fui siendo un niño jugando en tu casa con mis primos, las veces que mirábamos el pájaro muerto en la pared, los cumpleaños en las habitaciones de atrás del todo, las noches jugando en la calleja, las veces que nos mandabas a comprar anca la conce o anca molano, y las veces que nos recordabas no arrimarnos al pozo. Millones de recuerdos que tengo en el cajón de mi memoria.

Imagino que estás deseando ver alguno de tus hijos. Ten paciencia, aunque van para arriba están todos estupendamente. Es hermoso verlos a todos juntos siempre, compartiendo los buenos y no tan buenos momentos. Yo disfruto pasando tiempo con ellos: nos vamos “al plao” cada verano, pasamos la navidad en familia, hacemos rutas a castillos, y estamos siempre celebrando cosas. Siempre comiendo, cantando y bailando, y algunos jugando a las cartas. Siéntete orgullosa de la familia que formaste, nosotros todos estamos muy orgullosos de ser Sileros. Nos encanta que nos digan por la calle “te he sacado por la pinta, sois todos iguales”.

Cuando nos dejaste estaba a punto de irme a la universidad, pues me licencié en economía. Después de unos años de vivir en Inglaterra y de renovarme un poco profesionalmente, decidí vivir en Madrid para probar suerte. No puedo quejarme, estoy bien y contento, pero echo mucho de menos a los míos, y a mi querida Extremadura. ¿Recuerdas aquello que te conté tantas veces?, pues hablé con mis padres, mis hermanos y algunos de mis amigos, y todo fue fenomenal. Ahora estoy más tranquilo que nunca. Te iré contando si hay novedades.

Seguro que mi madre te ha escrito un whatsapp, es toda una influencer, para hablarte de mis hermanos y mandarte alguna foto, le encanta. Nuestra “tata” está mejor que quiere, aunque se queja mucho. Mi hermano está genial, sigue soltero y mi madre no consigue echarlo de casa ni con agua caliente. La niña, que tiene ya 33 otoños, no cambia, sigue igual de loca y viviendo a su manera. Yo a veces les envidio. A quién envidio es a mi padre, no lo vas a reconocer el día que lo veas. Está cambiado en todos los aspectos, parece un joven de 30 años, y cuida de mi madre como nunca: que si todos los días le hace el desayuno y se lo lleva a la cama, que si “pichi” llévame aquí o allí, que si “niño” vamos a este evento o a esta cena. Están todo el día de chupa y enciende, y bien que hacen. Ah por cierto, abuela mi padre te tiene preparadas unas aceitunitas machadas que tanto te gustan. Cuando vaya a verte te las llevo.

¿Y que te cuento de mi madre?, pues que la amamos con toda nuestra alma. Que es un ser muy especial, a pesar de que es tauro. Ya se ha jubilado, si es que en algún momento para de trabajar. Sigue igual de cariñosa y callejera que siempre, aunque sabe perfectamente donde está el nido. Me recuerda mucho a ti, es la matriarca de la casa. Conoce a medio pueblo, y la quiere el otro medio. Es una luchadora ejemplar que está ganando su batalla. No sé si te ha dicho que tiene 2 nietos, mi Ángel y mi Carlos. Ángel es guapo a rabiar, y es un ser muy noble. Carlos es un sabio con mucho arte. Los queremos muchísimos.

De resto decirte que el mundo está cambiando a pasos gigantescos, que todo está medio loco, que te prometemos seguir todos unidos y cuidarnos como siempre lo hemos hecho. Sé que nos proteges a todos desde donde estés y que eres la guía para muchos de nosotros. Dale recuerdos al abuelo, y cuida de cada uno de nosotros hasta cuando nos llegue el momento de volver a verte.

Aunque la vida me quitó pronto de tu presencia, te recordaré siempre abuela.

Tu nieto.

domingo, 25 de octubre de 2020

Salud vs Economía

 La crisis del coronavirus ha puesto a debate el gran dilema de si salud primero o economía, de si hay que salvar vidas humanas en contra de la muerte de empresas, o de si hay que equilibrar ambas para una salida de la situación.

Ante tan complejo dilema gobiernos de todo el mundo han implantado medidas, más o menos acertadas, a fin de proteger la salud o la economía, sin ser en muchos casos conscientes de que ambas opciones están íntimamente unidas. ¿Podemos garantizar la protección de la salud si no hay recursos que la financien? ¿Podemos potenciar la economía si la sociedad está enferma? ¿Dónde está la línea que las une?

De siempre se ha dicho que sin salud no vas a ninguna parte, que por mucho dinero que tengas, si no tienes salud tienes los días contados. También se ha dicho que por mucha salud que tengas, si no tienes para llevarte un trozo de pan a la boca, morirás de hambre o de otra cosa. La cuestión entonces es: ¿la salud lo es todo?, en situaciones como la generada por la covid-19 ¿podríamos éticamente renunciar algo de salud en aras de salvar la economía? Seguro que para muchos la respuesta a estas preguntas podría estar influenciada por su corte ideológico.

Ante la falsa dicotomía, de si salud o economía, es necesario tener una visión tanto de corto como de largo plazo. En el inicio de la crisis, el corto plazo, fue necesario anteponer la salud pública dada la incertidumbre y el desconocimiento total de la covid-19. Pero no podemos quedarnos ahí, también es necesario contar con una visión de largo plazo para cuando la situación mejore. Por que como dicen algunos, si no te mueres por el coronavirus corres el riesgo de morirte de hambre, de alguna enfermedad mental, o por la simple falta de oportunidades.

Expertos e intelectuales de toda índole llegan a la conclusión de que hay que buscar un equilibrio entre proteger la salud de los ciudadanos y proteger la economía del colapso. Equilibrio que se da por ejemplo en la epidemia de gripe que anualmente causa en España en torno a 6000 muertes, y sobre la que nadie plantea el cierre de la actividad económica a fin de salvar todas las muertes por gripe. El problema residiría en cómo medir los beneficios de las medidas de protección y el potencial de vidas humanas salvadas, contra los costes del perjuicio económico que tales medidas supondría, a objeto de evaluar si el remedio sería peor que la enfermedad.

En otras palabras, habría que averiguar cuanto se está dispuesto a pagar en estos momentos, como sociedad, por reducir el riesgo de mortalidad. El riesgo de momento no va a desaparecer, por tanto habría que buscar el equilibrio en el que a partir de este los beneficios superen los riesgos asumidos. Ya que puede resultarte muy de teoría económica, te pondré un ejemplo. Las muertes por accidente de tráfico se podrían reducir a cero prohibiendo la circulación, pero la sociedad no permitiría esta medida dado que los beneficios de moverse por carretera son superiores al riesgo de perder la vida en un accidente.

Es cierto que tras la conmoción social, sanitaria y económica, probablemente la mayor de muchas décadas, la economía se recuperará, es cíclica y siempre se comporta así, y que las vidas humanas sesgadas ya serán irreversibles. Es responsabilidad de todos minimizar los riesgos y potenciar las oportunidades, porque tanto uno como otra no van a desaparecer.

Pasada la situación crítica y de incertidumbre inicial de la pandemia, es momento ahora de buscar el equilibrio entre controlar el virus y activar la actividad económica. Es una falsa disyuntiva el tener que elegir entre salvar vidas o salvar la economía, ambas son compatibles y necesarias.

sábado, 30 de mayo de 2020

Felicidad en tiempos de coronavirus

Se ha escrito tanto sobre felicidad y existe tanta literatura al respecto que es llamativo observar como ante situaciones como la ocasionada por el covid-19 no somos capaces de ponerla en práctica. Porque seamos claro, en esta vida estamos para ser felices.

Aunque el mundo pareciera no estar en estos momentos para mucha fiesta, se ha colado un invitado no esperado ni deseado, está en tus manos cómo tú te lo pases. Consciente de que la crisis generada por el coronavirus, del estado de alarma y sus consecuencias, del estrés y toda la ansiedad que genera los miedos e incertidumbres que se presentan no ayudan nada, es vital saber que la felicidad y bienestar depende de uno mismo y de cómo cada uno afronta la realidad.


Es importante entender que el ser humano a lo largo de su vida vivirá momentos de adversidad, pues estos no van a desaparecer. Nuestra capacidad de adaptación y el ver las cosas desde una perspectiva positiva será lo que nos permita ser felices en momentos difíciles.

Aceptar la adversidad y la nueva realidad nos ayudará a sobreponernos de manera más rápida y más fuerte. Por el contrario, rechazarla o negarla no hará que desaparezca, sino que acrecentará más nuestra insatisfacción y frustración, y nos dejará en desventaja respecto a aquellos que ya la han aceptado y están trabajando para superarla.


Adaptarnos a cualquier situación que se nos presenta en la vida es fundamental para nuestra supervivencia. Si no podemos cambiar la situación, que es lo más probable, lo inteligente es adaptarse a ella. Esa es la clave: adaptación. Si te resistes y crees que puedes seguir como siempre, no harás los reajustes necesarios para sobrevivir con éxito en la nueva realidad.

Tienes que saber que adaptarse requiere mucho esfuerzo. Implica renunciar, priorizar, ser flexibles y tolerantes. Adaptarse también puede requerir pedir ayuda para reaprender a disfrutar la vida en la nueva realidad, la cual no será ni mejor ni peor, simplemente diferente.


Las adversidades no tienen por qué paralizarte. Es más, tienen que ser un impulso para mejorar y reforzarte hacia tus metas. Y aquí no debes olvidar que la felicidad no ha de estar en el punto final del destino, sino en el recorrido y viaje que te lleva a este. En palabras del ex presidente de Uruguay José Mújica, “mientras tengas causa para vivir y luchar, no tienes tiempo para estar descontento”.

A pesar de las adversidades que se presentan, la vida merece ser vivida. Y para vivirla felizmente hay que aceptar los desafíos y afrontarlos con una aptitud de adaptación y de positividad. Todo saldrá bien.